miércoles, 21 de agosto de 2013

LA CHACHA MICAILA

Mi cantón, magrecita del alma,
ya pa´que lo quero,
si se jué la paloma del nido
si me falta el calor de su cuerpo,
si ya sus canarios
de tiricia se han ido muriendo,
si los capulines
ya no sueltan sus frutos del tiempo,
y las campanillas, las adormideras
se han caído, tan recio
que cualquiera que va a visitarme
pisa sobre pétalos.


Y yo que la vide, dialtiro decáida
y con los ojos negros
zambutidos en una ojeras
moradas, y aluego
los tales quejidos
los tales mareos
que dizque eran váidos
al decir del médico.
Yo nomás de acordarme, padezco.
¡Algame la Virgen!,
mucho escalofrío
y me hogo del pecho,
y se mi hacen manos y pieses,
como los badajos de los timbres eléctricos.


¡Que poco a poquito se me jue muriendo!
y lloraba la probe en silencio.
-No llores Micaila,
por toitos los santos del cielo,
tosía y tosía
y al decirlo lloraba yo mesmo.
-Si te pondrás güena,
con los revoltijos que te ha dao el médico,
no sias desconfiada con las medecinas,
que a mi me sacaron del maldito infierno.


¡Ándale mi Chacha,
quero ver en tu rostro trigüeño
como dos tizones
achispaos tus lindos ojuelos.
¡Ah, se me olvidaba decirte que trujo
un rebozo de bola
mi compadre Chencho,
pa´cuando te alivies
y en el cuaco trotón, en el prieto,
he pensado pa´entonces que vayamos
los dos riales un sábado a verlo!
¿Queres? Y el domingo le entraremos
al mole muy rico,
y a la barbacoa,
y a los asaderos,
al paso golvemos
y en cuanto que Dios oscurezca,
por el llano, abajo,
asegún se sigue la falda del cerro ...
¡Micaela no llores!
y le daba un beso


Ella se sonreía,
un instante, pero
me miraba con una tristeza
como si la sombra del presentimiento
la preñara los ojos de llanto,
que después derramaba en silencio.

El día de su muerte,
su rostro cenizo, me dió mucho miedo.
-¿Pos que tienes Chacha?
-No sé lo que tengo,
pero sé que me voy y es pa´siempre.
-Correré si queres por el siñor médico.
¿Quieres trigüeñita?
-Ya pa´qué, mejor tate sosiego.
Antes de que me ahoguen los remordimientos
quero hablarte por último, Chacho.
Asiéntate y oye, yo quise decírtelo
dende hace mucho tiempo
y a la mera, no, pos yo me ciscaba.

¡Como una es mujer! Chacho, ¡qué caray!
y el miedo dizque no anda en burro
pero ora qué li hace, mi negro,
si ya se muere tu Chacha
que li hace que sepas mi horrible secreto.


Hace unos seis años, siguro, ¿recuerdas
que nos envitaron a los herraderos
los siñores amos?
-¡Vaya si me acuerdo!
¿No jue aquel domingo
que salí cornao por un toro prieto,
cerca de las trancas, en el Rancho Verde
de flor Juan?
-El mesmo,
ya vide que tiás acordado;
pos ay tienes nomás que al saberlo,
de la casa grande
por la puerta mesma me salí corriendo
y en las trancas jallé a don Antonio,
aquel hijo mayor de don Pedro,
que era entonces alcalde del pueblo.


Preguntéle al punto
por ti, por tu herida, por tu paradero,
y me dijo que en una camilla
te jalaron pa´casa del médico,
y que si quería me llevaba en ancas.
En el punto mesmo
aceité, ¡qué caray!, no era cosa
de dejarte morir como un perro.
No nos vido salir de las trancas
naiden, y llegando de un bote al potrero
y a galope tendido trepamos
a la cuesta del cerro,
y al bajar la barranca del Cristo,
tan jonda y tan negra,
don Antonio empezó con sus cosas,
con sus chicoleos:
que si yo era una rosa de mayo,
que si eran mis ojos nocturnos luceros.
Yo a todo callaba, él se puso necio
y me dijo que tu eras muy probe:
total un ranchero;
que él, en cambio, era dueño de hacienda
con muchas talegas de pesos;
que ti abandonara
y nos juéramos pa´México,
o pa´las Uruapas o pa´los Querétaros.
Yo me puse muy jira y le dije
que aunque probe me daba mi prieto
pa´presumir mucho
y andar diariamente con el zagalejo
muy lentejuchao,
y cada semana con rebozo nuevo.
-Pos si no por amor, por la juerza,
me dijo rayando su penco;
y sin más me apretó la centura
y mi boca mancho con un beso.
Nunca lo hubiera hecho, sentí que la sangre
cegaba mis ojos, y el furor, mi seno;
saqué del arzón el machete,
y por las espaldas, lo jundi en su cuello.
Cayó pa´adelante con un grito horrendo,
y rodó rebotando hasta el jondo
del desfiladero ...
Naiden supo nada;
cuando la jallaron todito disecho,
guiados por el puro jedor del barranco,
los jueces dijeron,
quesque jue un suicidio,
por no sé qué amores y demás enredos.
Yo me estuve callada la boca
pero ahora pos dime: ¿Ya pa´qué, mi prieto?

Se quedó como estática, acaso
rezaba al morir, por el muerto.
La abracé en silencio
la besé en silencio
y a poco a poquito,
se me jue muriendo ...

Mi jacal tá maldito ...
si lo queres, madre, pos ai te lo dejo,
si te cuadra, quémalo,
no lo queres, véndelo;
yo me guelvo a la filas, mi mama.
a peliar por la patria me guelvo;
si me quebra una bala, ¡qué hace!
al cabo en el mundo,
pa´los que sufrimos la muerte en el alma
vivir o morir es lo mesmo.
Mi cantón, magrecita del alma.
sin ella ¿ya pa´qué lo quero ...?


Antonio Guzmán Aguilera

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